lunes, 12 de abril de 2021

MACHU PICCHU… VAMOS! ENRIQUE CORDOBA Hay en Perú una montaña que se alza como la Torre de Babel, mirando hacia la estatua de la Libertad de Nueva York, por donde estoy subiendo desde que salió el sol en Aguas Calientes, para llegar a Machu Picchu. No sé si escogí el mejor momento de mi vida, ya veterana, para escalar , lo cierto es que me acompaña la euforia de mi ilusión, luz pura de un bello día y una botella de agua. A mi derecha el muro de una montaña húmeda y vegetación. A la izquierda el abismo intimidante, el río Urubamba, —allá abajo—; y un espectáculo que la naturaleza le reserva a quienes vencen por un momento el miedo a esa altura, y levantan la vista para llenarse de asombro ante una obra de autor: el escenario más hermoso esculpido en la cresta de la Cordillera de los Andes. —¿Hojas de coca?— ofreció el guía, y me detuve. Eran las 11:20, el calor empezaba a desplazar el frío de la mañana. Habíamos caminado más de una hora y el esfuerzo de la caminata se conjugaba con la respiración pesada que salía por la boca. Maripaz, mi esposa y Willie y su esposa Beatriz, me alcanzaron en el recodo de la subida y al ver a Víctor, uno de los guías del Parque al servicio de los turistas, con la bolsita de hojas de coca, preguntaron: —¿Se mastican? —¡No!—replicó. —No se mastican—, y explicó: —La hoja de coca la pones ahí como una bolita, en un lado de la boca, no tocas con los dientes, solo pasas la saliva. Nos acercamos un poco más donde el guía peruano con curiosidad, todos agarramos unas hojas de coca, armamos nuestros rollitos, repetimos el proceso observándolo a él y seguimos la lección recomendada para resistir los embates de la falta de oxígeno en las alturas andinas. —Tanto que trabajaron los incas con la coca, da energía— comentó el guía sosteniendo la bolsa de hojas en la mano y su morral a la espalda. —En una hora, hora y media botas las hojas—, dijo y continuó vigilando como un pastor a sus cabras, a quienes transitábamos por esas escaleras de piedra que construyeron los incas durantes los siglos XV y XVI, durante el apogeo de su imperio. Tomamos un nuevo aire y seguimos subiendo la montaña, ahora entretenidos, con la coca y la saliva.

1 comentario:

Unknown dijo...

Gracias Enrique. Fue una aventura inolvidable.
Saludos,
Willie y Beatrix