lunes, 11 de abril de 2016

A PINAR DEL RIO POR SEIS DOLARES

ENRIQUE CORDOBA. A las siete de la mañana salimos de La Habana rumbo a Pinar del río, a 180 kms. y una hora más tarde paramos en la estación de gasolina de Candelaria; no para echarle combustible al Oldsmobile 57, sino para estirar las piernas e ir al baño. Viajábamos, adelante: el chofer y el dueño del almendrón que nos transportaba (ambos jóvenes espigados y amables, con empaque de peloteros) y el novelista pinareño Eduardo Martínez Malo. En el asiento trasero íbamos apretados un músico, su amigo, el poeta John Jairo Palomino y yo. Alejandro dejaba notar su orgullo de llevar el volante del almendrón, un vehículo antiguo de color blanco, en buenas condiciones. El aire acondicionado no se sentía atrás pero sí el volumen de la música de Polo Montañez. Íbamos a bordo de uno de los 14 millones de coches que la General Motors fabricó en su planta de Lansing, Michigan, y llegaron a Cuba a mediados del siglo XX, época sin precedentes de hoteles de lujo, casinos, turismo y escenario de las estrellas más famosas del cine y el espectáculo. –¿Qué vendes en esa caja?– pregunté a un joven que ofrecía algo de comer. A espaldas del vendedor en la baranda de concreto del puente peatonal, esta consigna en letras desteñidas: “Solo vencen los que luchan y resisten”. –“Pan con jamón-pierna a 10 pesos”, respondió y mostró un sándwich. Destacó su fanatismo por la pelota y la música pop. A pocos kilómetros al dejar la provincia de La Habana y entrar a Pinar del Río el verde del paisaje multiplica su intensidad y el follaje crece. “Pinar del Río es el epicentro de la industria tabacalera”, dijo uno de los pasajeros. “Produce el 80 por ciento del tabaco de Cuba”, afirmó. “Tabaco tipo exportación, de la firma Alejandro Robaina”. Seguimos y observé parcelas sembradas en tabaco y gente movilizándose en bicicletas, en carretones tirados por caballos y a uno que otro hombre o mujer andando a pie, o viajando en camiones. Muchos cubanos esparcidos en la vía o aglomerados en las paradas de “guagua” esperando el paso de un bus o los almendrones, esos autos antiguos reconstruidos, dedicados al servicio de taxis. Unos días antes preguntamos a los taxistas de La Habana por el valor de un viaje a Pinar del Río, ida y regreso. “Ciento cuarenta, ciento cincuenta dólares”, cotizaron. “Vengan y viajen conmigo nos aconsejó nuestro amigo escritor”. A las seis de la mañana estábamos en la estación, él nos compró los tiquetes y el viaje costó seis CUC de La Habana-Pinar del Río, es decir unos siete dólares cada boleto. En lugar de avisos comerciales en la autopista, vallas con los siguientes mensajes: con decisión y firmeza enfrentamos los retos del futuro. Patria o muerte ¡Venceremos! PCC: este es el partido de todas las batallas. La patria está hecha del mérito de sus hijos. 57 aniversario del triunfo de la revolución. Y mis sueños no tendrán fronteras. Construyendo patria Pinar del Río con vida, con las manos y el corazón. Adelante un autobús se detuvo para que un grupo de turistas ingleses, italianos y canadienses bajaran y tomaran fotos a dos campesinos maniobrando una yunta de bueyes arando el campo para cultivar y para que conocieran la ruta del tabaco. Al llegar a Pinar del Río se experimenta la paz de las zonas alejadas de la capital, donde los habaneros son más impersonales y los vecinos no se conocen. Frente a la sede de UNEAC casas de estilo republicano, de color verde, azul, amarillo, con corredores amplios y portones altos. “Los pinareños somos sencillos, hospitalarios y sin grandes pretensiones”, dijo Martínez Malo. “¿Leen mucho aquí?”, pregunté a un cuentista local frente a una botella de Alabao. Contestó: el consumo audiovisual está desbancando la lectura de papel. Una modalidad, un negocio que inventó alguien. Con disco duro externo copian lo que pasa en la semana, lo mas importante de las televisoras extranjeras. Noticias, novelas, películas, cosas de internet en un tera de información. Y eso corre de mano en mano y se vende. A un dólar el paquete de la semana. Yo lo compro porque hay cosas que me interesan. El paquete se ha impuesto, ante la falta de Internet. Era mi cuarto día en Cuba, y seguía sin wifi, sin teléfono y sin periódicos. Periodista de Radio Caracol, autor de El Marco Polo de Lorica. enriquecordobar@gmail.com