domingo, 7 de septiembre de 2008

Crónica de Italia

Crónica de Italia
ENRIQUE CORDOBA
Ischia, Italia -- Observo la alegría con la que tres niños disfrutan del mar y el sol veraniegos de estas bellas costas mediterráneas.
Georgio y Thomy, nacidos en Miami, y Alessandro, napolitano, viven a una cuadra de la playa. María, la madre de los niños, es cubana y siendo empleada de The Miami Herald vino de vacaciones a este paraíso donde conoció a Vincenzo Di Costanzo, dedicado a transportar turistas, quien la llevó a visitar los lugares interesantes de la isla, pero en este caso se desbordó en atenciones. Terminaron enamorándose, la historia pasó por la iglesia y fruto de ese matrimonio son estos tres chicos de diez, siete y tres años de edad, que estudian en la población de Forio, son trilingües y en invierno viajan a Miami donde comparten con su abuela y sus padres.
Durante la temporada alta, cuando a la isla llegan seis millones de turistas, Vincenzo no para de recibir visitantes y alquilar sus tres aparta-estudios y en octubre vuelve a Miami, donde trabaja como camarero en el Café Abracci, en Coral Gables.
En el lote de 500 metros cuadrados a 100 metros de la playa, Vincenzo construyó los aparta-estudios por un valor de $200,000 con materiales fiados y dineros prestados por un amigo, ''sin firmar nada, todo de palabra. Esto no pasa sino en esta isla'', dice.
María se encariñó con Ischia, una isla de historia y muchas flores todo el año, y celebra con felicidad que sus hijos se críen en un medio seguro, de cero criminalidad y jugando libres a la orilla del mar.
El problema de Ischia es el mismo que me contaron Ingrid Hartman y Alvaro Galindo, mientras tomábamos un café en Roma: la clase política vive de espaldas a los retos sociales y económicos de los italianos. El país se va de pique en medio de la corrupción y el populismo. Italia vive una enorme crisis como toda Europa. Los jóvenes no se independizan y siguen en casa de los padres. Una secretaria devenga mil euros y con eso no se paga un apartamento, no es suficiente para vivir.
Por tal motivo hay un bajo índice de matrimonios, y la juventud prefiere seguir bajo techo con su familia. Este fenómeno también ocurre en España. En cambio, la mentalidad norteamericana crea independencia y responsabilidad si tenemos en cuenta que a los 18 años los muchachos salen de su casa. De esta manera hacen su vida y entran como un nuevo eslabón del engranaje económico de Estados Unidos.
El desempleo aumenta todos los días. ''Juan Pablo, mi hijo de 29 años, tardó cuatro meses en encontrar empleo, le pagan mil euros'', dice Ingrid. ''Tuvo suerte'', replicó Galindo. ''Conozco amigos que llevan cuatro años buscando trabajo''. La seguridad social y la educación es gratuita en Europa, la asume el estado y la mayor parte de la población utiliza los sistemas públicos de transporte.
Uno no entiende cómo es posible que un país ante este panorama siga su tradición, y se detenga durante julio y agosto.
Cierran oficinas, la burocracia se paraliza y todos se van al mar de vacaciones o a la montaña. No es cuestión de adinerados o no, es que todo el mundo se va de ocio, a descansar, a pasear.
En el caso de Ischia, cuya población es de 60 mil habitantes, recibe seis millones de turistas, principalmente napolitanos, asegura Vincenzo.
Hay que contarlo para creerlo: ''Mi peluquero se me fue'', me confesó Felipe Arango, pintor bogotano radicado en Roma. Y hasta la tienda donde compraba su merienda la secretaria de Juan Gómez Martínez, embajador colombiano ante el Vaticano, ''cerró sus puertas en vacaciones''. Es increíble, Roma se detiene en época de vacaciones. ''Hasta el Papa se va para la montaña'', sostiene Galindo, periodista colombiano que transmitió un Concilio Vaticano con dos micrófonos: uno de Radio Caracol de Colombia y la cadena SER de España.
A pesar de estas realidades, Italia encarna la idea de un pueblo que trabaja para vivir, mientras que en Estados Unidos se vive para trabajar. Por ahora la familia Di Costanzo sólo espera que salgan botes de la costa amalfitana, Positano, Salerno, Ravelo, Sorrento, Capri y Nápoles y desembarquen más turistas en el puerto de Forio

Dos joyas chilenas, separadas sólo por una calle

Nuestra América
Dos joyas chilenas, separadas sólo por una calle
ENRIQUE CORDOBA
Especial/El Nuevo Herald
Valparaíso y Viña del Mar, dos ciudades a las que sólo separa una calle, son dos destinos que siempre sueñan visitar los turistas que se desplazan hasta el austral Chile.
De Valparaíso cautiva la vista de la bahía poblada de barcos y veleros, la vida marinera de su puerto que no duerme y los ascensores que son más bien funiculares en los que la población sube hasta sus casas que parecen construidas en el aire.
En un local del puerto tuvo su despacho el poeta
nicaragüense Rubén Darío, en su época de cónsul y aquí mismo publicó Azul, en julio de 1888, su primer libro de cuentos y poemas.
Todos los años, por el mes de febrero, Viña del Mar es sede del Festival Internacional de la Canción, uno de los más importantes de Hispanoamérica y el segundo de América Latina (después de Rock in Rio, de Brasil).
El evento recibe a 15,000 personas y se realiza en la Quinta Vergara, un edificio de estilo gótico veneciano, construido en 1910 para reemplazar la casa familiar del fundador de Viña que se derrumbó en el terremoto de 1906.
Los muebles fueron adquiridos en Europa y se puede apreciar una gran variedad de estilos, siendo los más atractivos el rococó, imperio y Luis XVI. En los jardines hay especies exóticas traídas desde Asia, Australia y Estados Unidos, introducidas en el siglo XIX cuando era una finca de recreo.
Desde 1941 la propiedad pasó a ser de uso público luego de ser adquirida por el Municipio de Viña del Mar.
Una visita a Viña debe incluir la degustación de su comida que tiene ''aroma y sabor a mar''. Hay buenos restaurantes ubicados junto al mar o en los cerros donde la oferta gastronómica pasa por exquisitos platos de pescado y mariscos.
Es muy popular el caldo de congrio, una sopa a base de un pescado típico del Pacífico.
En Viña del Mar el visitante encuentra muchos jardines, áreas verdes, parques para descansar y una rica arquitectura visible en mansiones y edificios públicos y museos. Un vistazo al pasado de Valparaíso nos deja ver que fue un puerto en el que coronaron sus arriesgadas travesías centenares de viajeros españoles, ingleses y alemanes que atravesaron el Atlántico y luego tuvieron que cruzar con éxito el Cabo de Hornos.
Valparaíso es una ciudad de topografía compleja porque está construida en dos planos: un área al nivel del mar con el puerto, el sector de oficinas, la zona comercial y algunas residencias, como escenario principal, y los cerros, donde vive la mayor parte de la población.
''Son 50 cerros'', me asegura el escritor chileno Roberto Ampuero, y quien dio vida a Cayetano Brulé, un personaje de sus novelas que reside en Valparaíso.
Para llegar hasta los cerros los porteños usan los ascensores --carros montados sobre rieles y tirados por cables de acero por la ladera de los cerros--, que son un vehículo de transporte pintoresco y a su vez un atractivo para los turistas.
Una de las casas más visitadas por los turistas en Valparaíso es ''La Sebastiana'', en el cerro Florida, famosa por haber pertenecido a Pablo Neruda, el poeta y Premio Nobel de Literatura. Neruda decía que estaba construida ''en el aire'', pues desde su emplazamiento se ve toda la ciudad, ``y ese mar que Dios dejó caer frente a su ventana pues era tan grande que no tenía otro lugar donde ponerlo''.
Desde lo alto se confirma que Valparaíso tiene forma de un anfiteatro enclavado entre el mar y los cerros. La bahía está rodeada de cerros desde Playa Ancha hasta Barón. Muchos de los ascensores que visitamos toman su nombre del cerro donde se encuentran emplazados. Empezando por el extremo sur se encuentra el Cerro Playa Ancha, Santo Domingo, Toro, Cordillera, Alegre, Cárcel, Panteón, La Florida, Mariposa, Monja, La Cruz, Polanco, Larraín, Lecheros y Barón, por el norte.
Recuerda el periodista Claudio Solar el siguiente episodio que ocurrió al escritor español Eduardo Blanco Amor. Una noche de 1950, desde el hotel Miramar, se veía un panorama iluminado como si las estrellas se hubiesen puesto a dormir sobre los cerros. ''¿Y esa maravilla? ¿Qué es eso?'', preguntó a la camarera. ''Es Valparaíso'', le respondió. ''¿Y desde cuándo está allí?'' Ella dijo, simplemente: ``¡Desde siempre!''
Huellas de poetas, leyendas de marinos, buenos vinos y exquisita cocina de mar guarda Valparaíso y Viña del Mar a los turistas que las
visiten.•