miércoles, 15 de julio de 2015

EL SUR SUR DE ITALIA

ENRIQUE CORDOBA En Roma alquilamos un auto y nos fuimos a explorar los pueblos de la Italia profunda, del sur sur. Desayunamos en Roma y almorzamos en Nápoles. La noche en Positano, a 40 kilómetros de Nápoles. La vista no puede ser más romántica. Abajo el mar. A sus pies casas, hoteles y terrazas colgadas de las montañas. Paisaje hermoso con carreteras angostas adornadas con flores. Parece que las casas se fueran a caer al despeñadero, así permanecen en el borde del precipicio por siglos. Miles de familias emigraron de estas costas italianas a Estados Unidos y América Latina huyendo de la pobreza y el caos provocado por las guerras. Hoy Positano es uno de los destinos más visitados de la Costa Amalfitana. “John Steinbeck fue uno de los escritores que ayudó a que se conociera este lugar en Estados Unidos”, dijo Stefano Agostino, manager del Hotel Poseidón. “Positano te marca. Es un lugar de ensueño que no parece real mientras se está allí, pero se hace real en la nostalgia cuando te has ido”, escribió el autor de “Las uvas de la ira” en mayo de 1953 en el Harper’s Bazaar. Paestum, sobre el golfo de Salerno, fue el siguiente descanso. Es la misma Poseidonia, ciudadela de unas cincuenta acres, silenciosa y tranquila. Perdida entre la campiña y el pueblo donde reside la gente. Tres templos hermanos del Partenón de Atenas, con la misma imponencia, columnas y estilo. Obras construidas en tiempos de la Antigua Grecia. Mientras tomaba el café mañanero me llamó la atención ver por la ventana los impactos de disparos en la pared del edificio, al otro lado de la calle dentro del área arqueológica. “Paestum fue tomada por las tropas americanas como cabeza de playa de Salerno en la Segunda Guerra Mundial” me dijo el dueño del Hotel Dei Templi, Piero Stromillo. El tercer día luego de atravesar la Campania, Maripaz, —mi esposa y fotógrafa—, y yo nos estacionamos en Reggio Calabria para apreciar el puerto. Recostado en una lancha pesquera con la isla de Sicilia a tres kilómetros, al otro lado del estrecho de Messina, recibí la llamada de Miami, para transmitir mi espacio diario "Ventana Cultural" de Radio Caracol. “Que bien que se hable de nosotros”, expresó el hotelero con quien conversé. “El sur tiene muchas bellezas, pero en Italia el sur no existe”, afirmó. Era Francesco Montesano, dueño del lujoso Hotel Altafiumara. Es uno de los lugares estratégicos para divisar el paso de los cruceros del mar Tirreno al norte. Según él los helados de Reggio Calabria son tan ricos que el magnate del aluminio viene desde Rusia para degustarlos. “La Ndrangheta es parte de la vida de aquí”, nos confesó el taxista en La Scilla, caserío pintoresco cercano a Reggio, que Montesano nos recomendó visitar. “Son muchas familias, se casan entre ellos, hay aldeas donde todos los varones forman parte de la Ndrangueta, la mafia”. “Nada se mueve sin ellos: los contratos, las licencias, la política”. “Sus ganancias equivalen al tres por ciento de la economía del país”. Si va a San Luca —dijo— busque el aviso del pueblo. Seguramente está agujereado por las balas. Es un aviso, aquí no se habla de eso. De la punta de la bota italiana salimos a las diez de la mañana y nos abrimos paso entre un paisaje de plantaciones enormes de olivos. Llegamos en la tarde a Brindisi, después de recorrer unos trescientos kilómetros hasta Apulia, en el famoso tacón. Caminamos por el malecón y tuvimos la fortuna de conocer al capitán Rino Scarano. Nos habló de sus expediciones marinas y nos recibió en su yate fondeado en el puerto de Brindisi, frente a la casa donde expiró Virgilio, el autor de la Eneida. Cuando no está navegando en Montenegro o Grecia, Rino se mantiene en “Cantine due palme” embotellando su propio vino. En la esquina los letreros: Lecce, Gallipoli, Otranto. Seguimos y al día siguiente pusimos pie en Leuca, un pueblo al final del tacón frente al Jónico. De regreso el mar Adriático nuestro guía y adelante nuevos descubrimientos: Bari, Alberobello, y Ostuni un pueblo de casas blanqueadas, sobre tres colinas. Monumentos, iglesias, amigos, pasta, pescados, historias, ganados. Atravesamos la península en diagonal y dos semanas después entrada a Roma. 2.500 kilómetros de caminos poco conocidos y la experiencia del sur sur donde también impacta esta maravillosa Italia. enriquecordobaR@gmail.com