lunes, 26 de enero de 2009

La misma historia en El Salvador

La misma historia en El Salvador
ENRIQUE CORDOBA
Yo espero que Mauricio Funes sea el nuevo Presidente del país.
El hombre que me da la respuesta está sentado en una banca del parque del muncipio de Usulután, al oriente de la República de El Salvador. Las elecciones son el próximo 15 de marzo.
Funes es el candidato del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, el principal partido de oposición que tuvo sus origenes en la guerra civil que azotó a El Salvador entre 1980 y 1992.
Su rival es ARENA, la derechista Alianza Republicana Nacional en el poder desde que se firmaron los acuerdos de paz que dieron fin al conflicto armado cuyo saldo fueron 75.000 muertes y una economía desolada.
A mis espaldas la iglesia de Santa Catalina de Alejandría y al frente el Palacio Municipal donde gobierna Guadalupe Hidalgo.
A pocos metros unos hombres barren la calle, y otros desempleados, sin nada que hacer.
Rigoberto Rodas dice:
--Estamos mal, todo está caro. Los que están bien son los ricos.
--¿Qué haces, cuánto ganas?
--Soy electricista y gano al día 5 o 10 dólares, pero hay días que no gano nada. Trabajo en casas haciendo instalaciones. La gente no nos busca porque no tienen dinero, el dinero está escaso.
El presidente Antonio Elías Saca es de aquí.
--Sí, pero él apoya a los ricos, a nosotros no. Uno tiene que rebuscarse. Hay que buscar pantalones de esos que mandan los gringos usados a 3 dólares.
--¿Tienes familia en Estados Unidos?
--Tengo un sobrino, pero no ayuda, dice que la situación también está mal allá.
--¿Qué propone el candidato Funes?
--Funes ha dicho que va a cambiar el país.
--¿Y usted qué le cree?
--Yo creo que sí porque estos hombres de ARENA tuvieron un poco de años aquí y no han hecho nada. Ellos sólo le han ayudado a los ricos, y los ricos lo que están haciendo es invertir en otro país y dejar esto. Este país está endeudado.
--¿Dónde estaba usted durante la guerra?
--Yo la viví aquí.
--¿Cómo fue la experiencia?
--Terrible, yo vivo en el barrio Calvario, y las balas pasaban debajo de las camas, por ratico salíamos a comprar y enseguida nos metíamos debajo de la cama. Pero toda la guerra la vivimos aquí.
--¿Para qué sirvió la guerra?
--Mire, les sirvió a los pobres porque a uno le dieron tierra por el Frente (FMLN). Si el Frente no gana los pobres no tuvieran tierra. Pero hay unos que las vendieron.
--¿Quiénes no estaban de acuerdo con la guerra?
--Los ricos, porque ellos estaban explotando a los pobres.
--¿Está de acuerdo en que haya habido guerra?
--Por una parte estuvo bueno para que los grandes no estuvieran jodiendo al pequeño, porque a esos les quitaron la tierra para dársela a los pequeños, a las cooperativas. Unos no lo aprovecharon, otros sí.
--Murieron amigos, familiares.
--Cómo no. Bastantes. A mí me mataron unos amigos que eran calidad.
--Terminada la guerra ahora son amigos.
-Sí. Se dieron duro y ahora comen en el mismo plato.
--Rigoberto, me dijeron en San Salvador, en la capital, que si ganaba el Frente venían Chávez, Castro, Evo y Ortega.
--Mentira, lo que pasa es que aquí le han metido en la cabeza a la gente que si pierde ARENA ya no van a mandar remesa, que no habrá más entrada y devolverán a todos los salvadoreños de Estados Unidos. Eso es mentira. Se necesita un cambio, si seguimos como vamos es el fracaso. Hay que poner el rojito.
Rigoberto Rodas, de 51 años, oriundo de Santiago de María, continuó sentado en la banca junto a sus amigos del FMLN confiado en que el cambio de gobierno le resuelva su situación.
En la capital del país el empresario Wilfredo Retama cree que si triunfa el Frente, El Salvador seguirá el mismo camino que llevan Nicaragua y Venezuela.
Esta es la triste historia de América Latina. Fallan los partidos políticos y los pueblos frustrados se estrellan y estrangulan su destino.
ecordoba@caracolusa.com

lunes, 19 de enero de 2009

VISITA A LA TIERRA DEL SOMBRERO VUELTIAO

VISITA A LA TIERRA DEL SOMBRERO VUELTIAO

ENRIQUE CORDOBA

El sombrero vueltiao que fabrican desde hace muchos años los indígenas de la etnia senú, en la región Caribe de Colombia, encontró en los cantante Carlos Vives y Shakira a uno de sus mejores promotores internacionales.

Hoy Tuchin, un municipio del departamento de Cordoba y Sampues en Sucre, ubicados a 220 kilometros de Cartagena de Indias, se han convertido en sitios de atracción turística para visitantes nacionales y de otros países, curiosos por ver el arte del tejido o interesados en adquirir la prenda original.

Tuchin, conocida como la cuna del sombrero vueltiao es parte del resguardo indígena de San Andres de Sotavento, poblado por 20.000 familias indígenas senues, una de las culturas sobresalientes del mapa cultural antropológico del norte de Colombia.

En el Museo del Oro en Bogota se conservan miles de objetos de oro trabajados por estas tribus.

El cacique mayor es Nilson Surita y el cacique de los tuchineros es Santiago Mendoza.

El sombrero vueltiao ha ganado terreno y hoy es emblema de la nacionalidad colombiana. Lo llevan no solo los artistas, deportistas, viajeros y gobernantes que quieren exaltar el colombianismo, sino también gentes que han pasado por Cartagena, Barranquilla, Monteria o Bogota, ciudades donde existen almacenes que lo venden. Desde los presidentes Bill Clinton y George Bush, hasta el empresario Bill Gates, han sido tentados para lucir sus sombreros vueltiaos durante sus estancias por Colombia.

"Es muy curioso que este sobrero que toda la vida han utilizado los hacendados y campesinos de Cordoba, Sucre y Bolivar para protegerse del inclemente sol en sus faenas del campo, sea hoy un adorno tan cotizado", dijo en Sincelejo el ingeniero Jose Raul Carrascal, educador oriundo de la región.

A raíz del auge de los sombreros se ha desarrollado una diversa gama de artesanías hechas con la misma penca de caña flecha, materia prima con la que se hace el tejido de sombreros, carteras, bolsos, brasaletes, aretes y otros dieños.

Las artesanías de los indígenas de Tuchin crecen en la medida que más turistas de otros países visitan a esta zona y se convierten en distribuidores del producto.

Medardo de Jesus Suarez, natural de Tuchin, es un fabricante de 69 años quien ha viajado a España, Alemania, Italia, Japón y Rusia invitado para exhibir su arte. "Aquí viene Jeronimo y Tomas, los hijos del presidente Uribe a comprar mi producto para exportarlo", asegura con orgullo este indígena senú que heredó de su padre la habilidad para tejer a mano. Suarez me demostró que hace sombreros que se venden en pedidos para Estados Unidos, Europa y Asia con diversas marcas y sellos.

"El sombrero no se conoce por las vueltas, sino por la cantidad de fibra que lleva el tejido" dice.

"Se llama quinciano porque lleva quince pares de fibra en su elaboración. Si le montamos 4 al tejido lo convertimos en 19". "Los hay de 15, 19, 23 y 27". Debido a la comercialización tan intensa en la actualidad existen 45 colores de sombrero.

Junto a la industria artesanal de los sombreros de Tuchin, en Sampués proliferan las fabricas de muebles de madera de roble y de mimbre, las hamacas y las abarcas que del uso campesino ha pasado a ser un artículo de pasarelas y altos círculos de la moda internacional.

Una visita a Tuchin y Sampués, debe programarse con unos días en las playas de Coveñas, Tolu o las islas San Bernardo, paraísos encantadores y únicos del Caribe colombiano, que por suerte son desconocidos para el turismo masivo.-- Enrique Cordoba R.EnriqueCordobaR@gmail.comMiami, FL

sábado, 10 de enero de 2009

Café en el mercado de Lorica

Café en el mercado de Lorica
ENRIQUE CORDOBA
Mañana de domingo con olores de nuevo año en Lorica, una población colombiana a orillas del río Sinú, a veinte kilómetros del mar Caribe, donde transcurrió mi infancia.
Mientras saboreo una taza de café por la que he pagado diez centavos de dólar en un kiosco de madera, en el mercado público, doy una mirada al estilo árabe de las columnas y techos, y a los pescadores del río.
Desde mi esquina veo la iglesia con su torre y campanario, el camellón de la tertulia con los amigos, y el edificio de Manolín Martínez donde anunciaban las películas de los vaqueros del oeste, de Cantinflas y de Libertad Lamarque.
Este pueblo de ochenta mil habitantes tiene renombre en el país por la aculturación de las cuatro sociedades. Su convivencia ha dado lugar a leyendas de personajes que describen la autenticidad y costumbres macondianas.
Los españoles que llegaron a la América en su tarea conquistadora salieron de Cartagena de Indias buscando tesoros y encontraron a las pocas semanas, en 1774, a la cultura senú. Eran indígenas que cultivaban tierras fértiles, pescaban bocachicos en el río y las ciénagas, y se vestían y adornaban el cuerpo con objetos de oro, un mineral abundante en la zona.
''Ay del Perú si se descubre el Sinú'', se comentaba en aquellos días. Aún se dice que en algún lugar a orillas del río está enterrado un tesoro que los españoles escondieron ante la inminente arremetida de Francis Drake y otros piratas ingleses.
Muchos negros de Cartagena, uno de los principales centros del comercio de esclavos africanos, se escaparon del trabajo duro en las murallas y se establecieron en San Basilio de Palenque, considerado por autores el ``primer pueblo libre de América''.
De allí partieron a Tolú, San Onofre, San Antero y Lorica.
Calixto Avena conserva las escrituras de su finca Palermo en San Antero, una transacción del año 1940, a orillas del golfo de Morrosquillo, donde el vendedor precisa que entregó mil hectáreas, 950 reses y cincuenta esclavos.
A raíz de los conflictos en los países bajo influencia del Imperio Turco empezó a llegar a Barranquilla una enorme inmigración de sirios libaneses en busca de paz y oportunidades de negocio.
Los barcos salían del puerto francés de Marsella y hacían escala en diferentes países de las Américas.
De Barranquilla y Cartagena de Indias se dispersaron por la región colombiana del Caribe. Sin embargo, por la riqueza agropecuaria, la hospitalidad y las condiciones geográficas, Lorica atrajo a centenares de viajeros del Medio Oriente.
''Lorica saudita'', la bautizó el escritor loriquero David Sánchez Juliao. Era común ver llegar las lanchas procedentes de Cartagena al puerto del mercado de Lorica, con muebles, enseres y hasta las novias enviadas del Líbano por sus familias para los jóvenes en edad casadera.
La influencia árabe se extendió como pólvora en el cotidiano local. Entre mis condiscípulos del colegio San Pedro Claver del profesor Simón López, recuerdo algunos apellidos: Amin, Behaine, Calume, Fadul, Fayad, Manzur, Gossain, Jattin, Safar, Saker, Saleme y Zarur.
La cocina criolla se enriqueció con el aporte árabe, lo que permite encontrar en una venta callejera de arepas de huevo y empanadas, con kibbe, tahini y galleta ''turca'', como se conoce el pan árabe.
En varias ocasiones acompañé a mi abuelo José Miguel hasta la tienda de Don José Jattin, su compadre, quien mataba las horas con sus amigos jugando bacarat y escuchando las noticias de la crisis del Medio Oriente por onda corta en un viejo radio transoceánico marca Zenith.
En esos tiempos en que Beirut era el París del Mediterráneo oriental, a Lorica también le llegó de carambola ese esplendor en la moda, las joyas y otras novedades que se mezclaron en el trópico caribeño.
Una noche en medio de una trifulca etílica de barrio, un policía le exigió los documentos a Fady Jattin, que acababa de llegar a Lorica.
--Tus documentos --solicitó el agente del orden.
--No tengo --respondió Fady.
--Los papeles --insistió.
--Yo no tener papeles --contestó--. Yo ser extranjero.
--Que me des los papeles. Tú no eres extranjero, tu eres del Líbano --ripostó el policía.
Es una pequeña muestra de cómo los libaneses han jugado de local en Lorica, donde entre sorbo y sorbo de este café con sabor a gloria, veo pasar las aguas del río Sinú y recargo las baterías de la nostalgia para el año.
ecordoba@caracolusa.com