miércoles, 24 de septiembre de 2008

Causas del cataclismo financiero

Causas del cataclismo financiero
ENRIQUE CORDOBA
Cielo plomizo, hace calor y en el aire se siente la humedad de la brisa septembrina que viene del mar esta tarde de jueves de una semana que ya no aguanta más sacudidas.
Acabo de colgar el teléfono después que un amigo galardonado con premios de periodismo económico en América Latina me comentaba sobre los últimos sucesos que han estremecido la banca de inversión de Estados Unidos y su impacto en la economía mundial.
Al margen de todo lo que piensen los expertos, para mí esto no es más que el resultado de la era de desvergüenza que hoy vivimos. Desaparecieron los valores morales que son el fundamento para la convivencia de toda sociedad.
Los gobernantes les perdieron respeto a sus gobernados. Prometen una cosa y hacen otra con la mayor normalidad. Planifican un proyecto, con base en unos impuestos y, al cabo de un tiempo, tienen el descaro de cambiar su destino sin importarles los sentimientos de los contribuyentes. Se han perdido dineros que suman millones, todo se ha olvidado y no hay responsables ni castigados. Nos hemos acostumbrado a aceptar que alcaldes, legisladores, comisionados, ministros, asesores y aun el presidente digan mentiras y no pasa nada. Es como si la política haya dejado de ser el arte de gobernar para convertirse en el arte de engañar y de saquear. Nos sentimos indefensos y a la deriva en un océano de magos habilidosos para ganar votos, seguir en el poder y no resolver los problemas de estos difíciles momentos que enfrentamos. No hay consideración para miles de hombres y mujeres de limitados ingresos, sometidos a las presiones desgastadoras de un sistema de gobierno que no se preocupa por administrar con eficiencia los recursos públicos.
La honestidad quedó simplemente como un activo de la cultura de tiempos pasados.
Hasta la lealtad de los colegas, y ni qué decir de los jefes para con sus empleados, se ha ido por la borda, para dar paso a los intereses mercantiles, despreciando el compromiso con el ser humano y el talento.
El trabajo es el que produce la riqueza, decían mis abuelos y sus amigos, luego de largas jornadas diarias de entrega con alma, vida y sombrero.
Las fortunas se amasaban en años comprando y vendiendo, creando empresa y levantándose temprano para ganarle la partida al sol.
No se requería de papeles, ni de firmas, ni recibos, me contaban mis mayores, porque valía más la palabra que un documento con sello, testigos y notaría.
Estamos viviendo un mundo peligrosamente permisivo que hoy está pagando las consecuencias por haberle dado estatus y licencia a embaucadores transportados en Mercedes y vestidos con Armani.
El descalabro financiero al que asistimos en estos días forma parte de esa nueva enfermedad que ha contagiado a la gente que quiere enriquecerse a toda costa, de la noche a la mañana, sin importarles a quién se lleven por delante. Predomina la ambición de posesiones y de tener lo del vecino.
Nos pregonan la paz y el amor a Dios y sin embargo les roban el sueño y el futuro a los pobres, a los sin voz y a los débiles. Vivimos extraordinarios avances tecnológicos, y al mismo tiempo se deterioran las relaciones humanas.
Lamentablemente se ha desarrollado más rápidamente nuestra astucia para hacernos con el poder y el dinero que nuestra conciencia moral.
Mientras la bahía nos traiga mejores noticias, cae de perlas para la ocasión el verso de un vals del compositor colombiano Jorge Villamil: Amigo, cuanto tienes, cuanto vales, / Principio de la actual filosofía. / Brindemos por la vida que todo es oropel.

Una visita a la mitad del mundo

Nuestra América
Una visita a la mitad del mundo
ENRIQUE CORDOBA
Especial/El Nuevo Herald
Considerando sus innumerables bellezas naturales, propias de la diversidad de su geografía, su historia, climas y paisajes, las autoridades ecuatorianas se han empeñado en crear las condiciones adecuadas para atraer visitantes que conozcan y disfruten de sus ciudades y el oriente amazónico, la sierra y el litoral.
En Quito, la capital de la República, el turista puede apreciar desde el legado artístico colonial del siglo XVIII y XIX en los altares de las iglesias y conventos jesuíticos, hasta la modernidad de los centros comerciales y la arquitectura de urbanizaciones de hermosas residencias. La sede del gobierno, bautizada como Palacio de Carondelet, está ubicada en el centro histórico de la ciudad y está formado por callejones, casonas históricas y la presencia indígena, que es el fundamento de la identidad nacional. Al final de la escalera que lleva al primer piso del palacio de gobierno, hay un mural pintado por el artista Oswaldo Guayasamín, que recrea el descubrimiento del río de Amazonas el 12 de febrero de 1542.
Quito está localizada a 2,800 metros sobre el nivel del mar y tiene una temperatura que oscila entre los 10 grados centígrados en la mañana y la noche y los 25 al mediodía. En días despejados y de cielo limpio y azul, la ciudad se ve rodeada por un entorno maravilloso de cuatro volcanes: Cotopaxi, Pichincha, Antizana y Cayambe.
Las poblaciones indígenas se concentran en Otavalo, en la provincia de Imbabura, donde los domingos realizan un gran mercado artesanal que concentra visitantes nacionales y extranjeros.
Guayaquil, con dos y medio millones de habitantes, es puerto sobre el Pacífico, centro cosmopolita y motor económico y comercial del país. ''La ciudad ha tenido una gran transformación en los últimos años'', asegura Joseph Garzozi, su director de promoción turística. El Malecón 2000 es una de las obras más destacadas que han hecho las últimas administraciones municipales. A orillas del río Guayas se levanta este malecón de dos y medio kilómetros de largo desde la calle Cuenca por el sur, hasta el histórico barrio monumental de Las Peñas. Tiene un área de 20 hectáreas con centros comerciales, restaurantes, parques, esteros artificiales, zonas artísticas, museos, zonas peatonales y jardines.
El cerro de Santa Ana, en la costa del río Guayas es un enclave pintoresco y de tradición muy visitado por los turistas. En el pasado se le consideraba un sector de poca seguridad para el visitante, pero ha sido recuperado por la ciudad y ahora alberga restaurantes, galerías de arte y peñas para escuchar música bohemia. Una de las más visitadas es la peña de la popular bolerista Patricia González.
''Aquí el turista encuentra atractivos que no encontrará en otros lugares, como son sus tradiciones: una de ellas las serenatas. Casi ninguna ciudad del mundo conserva ya dicha tradición. En Guayaquil los guitarristas que dan las serenatas se llaman lagarteros y tienen incluso un lugar propio en donde reunirse'', relata Roberto Preciado, un visitante asiduo del puerto. Otro atractivo de esta ciudad son su exquisita cocina, sus famosos cangrejos, el pescado y sus famosos platos tradicionales.
La moneda de Ecuador es el dólar de Estados Unidos, que en el 2000 sustituyó al sucre, anterior divisa oficial. A unos cuantos kilómetros de Guayaquil se encuentran algunas de las más conocidas playas del Ecuador, como Salinas, Punta Carnero y Playas General Villamil.
Allí cerca empieza la Ruta del Sol, en la Península de Santa Elena, provincia de Guayas, y se extiende hacia el norte hasta Puerto Cayo, en Manabí. En su recorrido se viaja por una excelente autopista bordeando la costa con paisajes marinos y amplias playas, sol y naturaleza exótica frente al mar. En Manabí, provincia reconocida de mujeres hermosas, se puede visitar la casa donde nació Eloy Alfaro, ex Presidente de la República, en la población de Montecristi, que a su vez es el lugar donde fabrican los sombreros de Panamá.
Según la ministra de Turismo Verónica Sión de Josse, Ecuador espera generar $35 millones en los próximos 15 meses por concepto de paquetes turísticos concertados con varias agencias internacionales. El país es seguro, cuenta con excelentes autopistas y dispone de buenos hoteles y restaurantes con cocina internacional en las principales ciudades y poblaciones importantes.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Crónica de Italia

Crónica de Italia
ENRIQUE CORDOBA
Ischia, Italia -- Observo la alegría con la que tres niños disfrutan del mar y el sol veraniegos de estas bellas costas mediterráneas.
Georgio y Thomy, nacidos en Miami, y Alessandro, napolitano, viven a una cuadra de la playa. María, la madre de los niños, es cubana y siendo empleada de The Miami Herald vino de vacaciones a este paraíso donde conoció a Vincenzo Di Costanzo, dedicado a transportar turistas, quien la llevó a visitar los lugares interesantes de la isla, pero en este caso se desbordó en atenciones. Terminaron enamorándose, la historia pasó por la iglesia y fruto de ese matrimonio son estos tres chicos de diez, siete y tres años de edad, que estudian en la población de Forio, son trilingües y en invierno viajan a Miami donde comparten con su abuela y sus padres.
Durante la temporada alta, cuando a la isla llegan seis millones de turistas, Vincenzo no para de recibir visitantes y alquilar sus tres aparta-estudios y en octubre vuelve a Miami, donde trabaja como camarero en el Café Abracci, en Coral Gables.
En el lote de 500 metros cuadrados a 100 metros de la playa, Vincenzo construyó los aparta-estudios por un valor de $200,000 con materiales fiados y dineros prestados por un amigo, ''sin firmar nada, todo de palabra. Esto no pasa sino en esta isla'', dice.
María se encariñó con Ischia, una isla de historia y muchas flores todo el año, y celebra con felicidad que sus hijos se críen en un medio seguro, de cero criminalidad y jugando libres a la orilla del mar.
El problema de Ischia es el mismo que me contaron Ingrid Hartman y Alvaro Galindo, mientras tomábamos un café en Roma: la clase política vive de espaldas a los retos sociales y económicos de los italianos. El país se va de pique en medio de la corrupción y el populismo. Italia vive una enorme crisis como toda Europa. Los jóvenes no se independizan y siguen en casa de los padres. Una secretaria devenga mil euros y con eso no se paga un apartamento, no es suficiente para vivir.
Por tal motivo hay un bajo índice de matrimonios, y la juventud prefiere seguir bajo techo con su familia. Este fenómeno también ocurre en España. En cambio, la mentalidad norteamericana crea independencia y responsabilidad si tenemos en cuenta que a los 18 años los muchachos salen de su casa. De esta manera hacen su vida y entran como un nuevo eslabón del engranaje económico de Estados Unidos.
El desempleo aumenta todos los días. ''Juan Pablo, mi hijo de 29 años, tardó cuatro meses en encontrar empleo, le pagan mil euros'', dice Ingrid. ''Tuvo suerte'', replicó Galindo. ''Conozco amigos que llevan cuatro años buscando trabajo''. La seguridad social y la educación es gratuita en Europa, la asume el estado y la mayor parte de la población utiliza los sistemas públicos de transporte.
Uno no entiende cómo es posible que un país ante este panorama siga su tradición, y se detenga durante julio y agosto.
Cierran oficinas, la burocracia se paraliza y todos se van al mar de vacaciones o a la montaña. No es cuestión de adinerados o no, es que todo el mundo se va de ocio, a descansar, a pasear.
En el caso de Ischia, cuya población es de 60 mil habitantes, recibe seis millones de turistas, principalmente napolitanos, asegura Vincenzo.
Hay que contarlo para creerlo: ''Mi peluquero se me fue'', me confesó Felipe Arango, pintor bogotano radicado en Roma. Y hasta la tienda donde compraba su merienda la secretaria de Juan Gómez Martínez, embajador colombiano ante el Vaticano, ''cerró sus puertas en vacaciones''. Es increíble, Roma se detiene en época de vacaciones. ''Hasta el Papa se va para la montaña'', sostiene Galindo, periodista colombiano que transmitió un Concilio Vaticano con dos micrófonos: uno de Radio Caracol de Colombia y la cadena SER de España.
A pesar de estas realidades, Italia encarna la idea de un pueblo que trabaja para vivir, mientras que en Estados Unidos se vive para trabajar. Por ahora la familia Di Costanzo sólo espera que salgan botes de la costa amalfitana, Positano, Salerno, Ravelo, Sorrento, Capri y Nápoles y desembarquen más turistas en el puerto de Forio

Dos joyas chilenas, separadas sólo por una calle

Nuestra América
Dos joyas chilenas, separadas sólo por una calle
ENRIQUE CORDOBA
Especial/El Nuevo Herald
Valparaíso y Viña del Mar, dos ciudades a las que sólo separa una calle, son dos destinos que siempre sueñan visitar los turistas que se desplazan hasta el austral Chile.
De Valparaíso cautiva la vista de la bahía poblada de barcos y veleros, la vida marinera de su puerto que no duerme y los ascensores que son más bien funiculares en los que la población sube hasta sus casas que parecen construidas en el aire.
En un local del puerto tuvo su despacho el poeta
nicaragüense Rubén Darío, en su época de cónsul y aquí mismo publicó Azul, en julio de 1888, su primer libro de cuentos y poemas.
Todos los años, por el mes de febrero, Viña del Mar es sede del Festival Internacional de la Canción, uno de los más importantes de Hispanoamérica y el segundo de América Latina (después de Rock in Rio, de Brasil).
El evento recibe a 15,000 personas y se realiza en la Quinta Vergara, un edificio de estilo gótico veneciano, construido en 1910 para reemplazar la casa familiar del fundador de Viña que se derrumbó en el terremoto de 1906.
Los muebles fueron adquiridos en Europa y se puede apreciar una gran variedad de estilos, siendo los más atractivos el rococó, imperio y Luis XVI. En los jardines hay especies exóticas traídas desde Asia, Australia y Estados Unidos, introducidas en el siglo XIX cuando era una finca de recreo.
Desde 1941 la propiedad pasó a ser de uso público luego de ser adquirida por el Municipio de Viña del Mar.
Una visita a Viña debe incluir la degustación de su comida que tiene ''aroma y sabor a mar''. Hay buenos restaurantes ubicados junto al mar o en los cerros donde la oferta gastronómica pasa por exquisitos platos de pescado y mariscos.
Es muy popular el caldo de congrio, una sopa a base de un pescado típico del Pacífico.
En Viña del Mar el visitante encuentra muchos jardines, áreas verdes, parques para descansar y una rica arquitectura visible en mansiones y edificios públicos y museos. Un vistazo al pasado de Valparaíso nos deja ver que fue un puerto en el que coronaron sus arriesgadas travesías centenares de viajeros españoles, ingleses y alemanes que atravesaron el Atlántico y luego tuvieron que cruzar con éxito el Cabo de Hornos.
Valparaíso es una ciudad de topografía compleja porque está construida en dos planos: un área al nivel del mar con el puerto, el sector de oficinas, la zona comercial y algunas residencias, como escenario principal, y los cerros, donde vive la mayor parte de la población.
''Son 50 cerros'', me asegura el escritor chileno Roberto Ampuero, y quien dio vida a Cayetano Brulé, un personaje de sus novelas que reside en Valparaíso.
Para llegar hasta los cerros los porteños usan los ascensores --carros montados sobre rieles y tirados por cables de acero por la ladera de los cerros--, que son un vehículo de transporte pintoresco y a su vez un atractivo para los turistas.
Una de las casas más visitadas por los turistas en Valparaíso es ''La Sebastiana'', en el cerro Florida, famosa por haber pertenecido a Pablo Neruda, el poeta y Premio Nobel de Literatura. Neruda decía que estaba construida ''en el aire'', pues desde su emplazamiento se ve toda la ciudad, ``y ese mar que Dios dejó caer frente a su ventana pues era tan grande que no tenía otro lugar donde ponerlo''.
Desde lo alto se confirma que Valparaíso tiene forma de un anfiteatro enclavado entre el mar y los cerros. La bahía está rodeada de cerros desde Playa Ancha hasta Barón. Muchos de los ascensores que visitamos toman su nombre del cerro donde se encuentran emplazados. Empezando por el extremo sur se encuentra el Cerro Playa Ancha, Santo Domingo, Toro, Cordillera, Alegre, Cárcel, Panteón, La Florida, Mariposa, Monja, La Cruz, Polanco, Larraín, Lecheros y Barón, por el norte.
Recuerda el periodista Claudio Solar el siguiente episodio que ocurrió al escritor español Eduardo Blanco Amor. Una noche de 1950, desde el hotel Miramar, se veía un panorama iluminado como si las estrellas se hubiesen puesto a dormir sobre los cerros. ''¿Y esa maravilla? ¿Qué es eso?'', preguntó a la camarera. ''Es Valparaíso'', le respondió. ''¿Y desde cuándo está allí?'' Ella dijo, simplemente: ``¡Desde siempre!''
Huellas de poetas, leyendas de marinos, buenos vinos y exquisita cocina de mar guarda Valparaíso y Viña del Mar a los turistas que las
visiten.•