lunes, 18 de abril de 2016

CUBA, HASTA CUANDO?

Cuba ¿hasta cuándo? ENRIQUE CÓRDOBA.- En una sala de La Habana, sentado frente a un anticuado televisor que me devolvió al aparato en el que vi la llegada del hombre a la luna, el dueño de la casa soltó una expresión que sacudió el calor abrasador del mediodía: la mala vida no nos ha quitado la alegría. Los cubanos comparten no solo su modus vivendi, sino la filosofía de su realidad cotidiana mientras conversan con sus amigos, y resuelven o inventan a lo largo del día. Para los locales esas expresiones son pan de cada día, pero para los curiosos viajeros que estábamos de paso, el lenguaje popular enriquece la fugaz mirada de siete días en Cuba. Entre otras cosas cumplía una sentencia de Zoé Valdés: “Un periodista debe visitar a Cuba antes de que aquello se caiga”, me dijo en Mazarrón, España, en la final de un concurso de cuento en el que fuimos invitados. En la isla cada quien expresa lo que siente y ha experimentado. Cada pensamiento contiene el drama que se vive a 90 millas de Miami. “Después del periodo especial llegaron los viajes de la comunidad y vimos que había una vida mejor”. A mi lado, en el avión de Miami a La Habana, viajó Carlos T., quien llegó en balsa a las costas de la Florida. “Varios compañeros de aventura se perdieron en el mar”. Ahora él regresa con sus zapatos blancos y la chaqueta roja, una cadena gruesa de oro en el cuello, un reloj grande de pulso, una camiseta con la bandera americana y una manilla de oro en la muñeca del brazo izquierdo. “Voy a visitar a la familia a San Miguel del Padrón”. Lo veo bajar del avión, ingresar a la sala y ponerse en contacto con una empleada del aeropuerto. Conversan como si fueran viejos amigos. Cuaderno en mano anota los paquetes que él le indica que lleva y será la encargada de asistirlo en localizar sus bultos de mercancía que lleva de las tiendas de Miami a su familia. Un día después el poeta colombiano John Jairo Palomino, quien viajaba con el novelista Armando Caicedo y conmigo, a la Feria del Libro de La Habana, descubrió que le sacaron dos teléfonos móviles de su equipaje. “Estoy seguro que me metieron la mano en el aeropuerto”, asegura. “¿Qué haces en Miami? “Vendo cocos en la Calle Ocho”, respondió Carlos T. “Los consigo en una finca y los vendo a dólar”. Cubano con un familiar en Miami tiene asegurada su supervivencia. 50 dólares al mes alcanzan para comer y vivir. Según cálculos desde Miami giran más de mil millones de dólares a familiares en la isla. Y se nota en el vestir, los zapatos, el reloj; quienes reciben remesas hacen la diferencia. Ya dije que en Cuba me fue imposible leer periódicos y actualizarme de lo que ocurría en el mundo a través del Internet. Sin embargo me retaron para que ingresara a www.revolico.com y me enterara de una página “donde puedes vender o comprar propiedades, casa capitalista, en la ciudad o en la playa, y te ofrecen tramitar visas para México cien por ciento legal y sin engaños”. “¿Y no está prohibido hacer este tipo de negocios?” “Pues van a tener que meternos a todos en la cárcel, esto lo hacen todos”, dijo. Después de admirar uno de los paisajes más hermosos de la naturaleza de Cuba, el Valle de Viñales, escuché entre risas las siguientes frases cargadas de ironía política: no se podía tener en Cuba ropa de marca, eso era diversionismo ideológico. El pelo largo, nada de eso. La décima de los setentas, ochentas: llegarán inviernos, veranos, otoños y primaveras y podrá el pueblo cubano vestir con coba (ropa) de afuera. Se acabarán los gusanos, habrá jama en abundancia, se podrá viajar a Francia, y tener un maquinón hasta hacerse ma…cón, sin perder la militancia. Lo único que se ha cumplido es que se puede ser ma…cón , y ser militante del partido. Eso es de Raúl Wichi Noguera. “¿En Cuba tienen estudio y medicina gratis?” El taxista respondió acalorado: “No, usted está equivocado como turista, sabe por qué, porque yo voy a ver al médico para sacarme sangre y yo le doy cinco dólar (sic) cinco CUC. El salario mínimo normal son 500. Y cuando yo voy a ver un médico yo le llevo cinco dólar (sic) o le llevo una merienda con refresco para que me atienda bien, si no, me atiende mal. Y es lógico amigo, porque ese médico está ganado 500 pesos que son 20 CUC”. Semanas después de regresar de la isla, el debate político sigue y seguirá en Miami. Un grupo del exilio se opone al presidente Obama, de dar a cambio de nada, y me vino a la cabeza el raciocinio de un peluquero en el Vedado. “Los de Miami tienen comida y los Castro, también. Ellos aquí son dueños con sus testaferros del Bacardí, el turismo, de todo”. “Nosotros los de a pie seguimos hambrientos, esperando. ¿Hasta cuándo?” enriquecordobar@gmail.com Periodista de Radio Caracol y autor del libro de viajes El Marco Polo de Lorica. Read more here: http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/opin-col-blogs/opinion-sobre-cuba/article72139557.html#storylink=cpy

lunes, 11 de abril de 2016

A PINAR DEL RIO POR SEIS DOLARES

ENRIQUE CORDOBA. A las siete de la mañana salimos de La Habana rumbo a Pinar del río, a 180 kms. y una hora más tarde paramos en la estación de gasolina de Candelaria; no para echarle combustible al Oldsmobile 57, sino para estirar las piernas e ir al baño. Viajábamos, adelante: el chofer y el dueño del almendrón que nos transportaba (ambos jóvenes espigados y amables, con empaque de peloteros) y el novelista pinareño Eduardo Martínez Malo. En el asiento trasero íbamos apretados un músico, su amigo, el poeta John Jairo Palomino y yo. Alejandro dejaba notar su orgullo de llevar el volante del almendrón, un vehículo antiguo de color blanco, en buenas condiciones. El aire acondicionado no se sentía atrás pero sí el volumen de la música de Polo Montañez. Íbamos a bordo de uno de los 14 millones de coches que la General Motors fabricó en su planta de Lansing, Michigan, y llegaron a Cuba a mediados del siglo XX, época sin precedentes de hoteles de lujo, casinos, turismo y escenario de las estrellas más famosas del cine y el espectáculo. –¿Qué vendes en esa caja?– pregunté a un joven que ofrecía algo de comer. A espaldas del vendedor en la baranda de concreto del puente peatonal, esta consigna en letras desteñidas: “Solo vencen los que luchan y resisten”. –“Pan con jamón-pierna a 10 pesos”, respondió y mostró un sándwich. Destacó su fanatismo por la pelota y la música pop. A pocos kilómetros al dejar la provincia de La Habana y entrar a Pinar del Río el verde del paisaje multiplica su intensidad y el follaje crece. “Pinar del Río es el epicentro de la industria tabacalera”, dijo uno de los pasajeros. “Produce el 80 por ciento del tabaco de Cuba”, afirmó. “Tabaco tipo exportación, de la firma Alejandro Robaina”. Seguimos y observé parcelas sembradas en tabaco y gente movilizándose en bicicletas, en carretones tirados por caballos y a uno que otro hombre o mujer andando a pie, o viajando en camiones. Muchos cubanos esparcidos en la vía o aglomerados en las paradas de “guagua” esperando el paso de un bus o los almendrones, esos autos antiguos reconstruidos, dedicados al servicio de taxis. Unos días antes preguntamos a los taxistas de La Habana por el valor de un viaje a Pinar del Río, ida y regreso. “Ciento cuarenta, ciento cincuenta dólares”, cotizaron. “Vengan y viajen conmigo nos aconsejó nuestro amigo escritor”. A las seis de la mañana estábamos en la estación, él nos compró los tiquetes y el viaje costó seis CUC de La Habana-Pinar del Río, es decir unos siete dólares cada boleto. En lugar de avisos comerciales en la autopista, vallas con los siguientes mensajes: con decisión y firmeza enfrentamos los retos del futuro. Patria o muerte ¡Venceremos! PCC: este es el partido de todas las batallas. La patria está hecha del mérito de sus hijos. 57 aniversario del triunfo de la revolución. Y mis sueños no tendrán fronteras. Construyendo patria Pinar del Río con vida, con las manos y el corazón. Adelante un autobús se detuvo para que un grupo de turistas ingleses, italianos y canadienses bajaran y tomaran fotos a dos campesinos maniobrando una yunta de bueyes arando el campo para cultivar y para que conocieran la ruta del tabaco. Al llegar a Pinar del Río se experimenta la paz de las zonas alejadas de la capital, donde los habaneros son más impersonales y los vecinos no se conocen. Frente a la sede de UNEAC casas de estilo republicano, de color verde, azul, amarillo, con corredores amplios y portones altos. “Los pinareños somos sencillos, hospitalarios y sin grandes pretensiones”, dijo Martínez Malo. “¿Leen mucho aquí?”, pregunté a un cuentista local frente a una botella de Alabao. Contestó: el consumo audiovisual está desbancando la lectura de papel. Una modalidad, un negocio que inventó alguien. Con disco duro externo copian lo que pasa en la semana, lo mas importante de las televisoras extranjeras. Noticias, novelas, películas, cosas de internet en un tera de información. Y eso corre de mano en mano y se vende. A un dólar el paquete de la semana. Yo lo compro porque hay cosas que me interesan. El paquete se ha impuesto, ante la falta de Internet. Era mi cuarto día en Cuba, y seguía sin wifi, sin teléfono y sin periódicos. Periodista de Radio Caracol, autor de El Marco Polo de Lorica. enriquecordobar@gmail.com