sábado, 17 de octubre de 2009

ENRIQUE CORDOBA: Los viejitos del malecón

ENRIQUE CORDOBA: Los viejitos del malecón

Todas las mañanas veo pasar frente a mi ventana a una señora que camina por el malecón y repite su recorrido varias veces hasta la iglesia de San Judas.

A su marido, un poco mayor que ella --como casi todos los maridos--, lo remolca sosteniéndolo con la mano derecha. Unos pasos más atrás, gozando de mayor libertad de movimiento, pero atado a una cuerda que afloja y encoge desde su mano izquierda, asegura a su perro Puppie. El animal luce un chaleco Nike negro que contrasta con su peluche blanco.

A los dos, al marido y el perro, ella los controla con pequeños tirones y ambos le atienden sin chistar.

--Este es un perro chavista --le dije un día cuando nos cruzamos en la vía. Eso fue meses atrás y lo dije en son de broma porque lo protegía con un chaleco rojo rojito.

Mi comentario sirvió de pretexto para ir más allá del saludo. Soy un caribeño a quien los bogotanos acostumbraron a las elementales normas de cortesía que deberían practicarse en Miami.

En Bogotá se dice ``buenos días'' al entrar a un elevador o al llegar a un lugar, ``por favor, ¿qué hora es?'' o ``me hace el favor y me presta su periódico''.

Esto lo hacen la gente de arriba y los lustrabotas, y hasta el padre que se dirige al hijo: ``Mijo, hágame el favor de decirle a su mamá que venga''. Es lo primero que les llama la atención a los que van a la capital colombiana por primera vez y es una de las razones por las cuales se dice que Colombia es un país de gente culta. Claro que en esto mucho tiene que ver el respeto a la pureza y la inclinación por el uso correcto del castellano.

Pues bien, el saludo rompió la barrera y surgió la amistad con unos vecinos que necesitan un poco de calor y compañía.

Son unos viejitos que como muchos otros han sido olvidados por sus hijos y los nietos, que los ven como muebles viejos, a pesar de tenerlos muy cerca.

--Jamás pensé que nos tocaría vivir esta crisis --dice el señor--. El impuesto del apartamento llegó por 4,000 dólares, la cuota de mantenimiento ya va por 660 y los recibos de la FPL llegan por 180.

--Imagínese usted --interviene la esposa--, los precios de la comida y lo que se compra en el supermercado. El dinero no nos alcanza.

--Ahora agréguele los gastos del automóvil y las medicinas --comenta el señor--. Hace tiempo que el dinero no nos alcanza para nuestras necesidades.

Sé que las dificultades de mis vecinos son dramáticas y llaman a la reflexión, porque se mulplican en toda la región.

Mientras me golpeaba esa realidad recordé la desproporción de salarios y prestaciones que la ciudad de Miami y el condado Miami-Dade les pagan a sus empleados preferidos.

Son tan egoístas los que aspiran a tan elevados ingresos en esta negociación como irresponsables los comisionados, administradores y alcaldes que han feriado nuestro dinero y comprometido nuestro futuro.

Se requiere licencia para todo: para ejercer la construcción, para ser dentista, plomero o abogado. Sin embargo, no se exige licencia para ser padres ni para ejercer la política, las dos mayores responsabilidades de la sociedad.

Desconociendo la crianza y formación de los hijos, seguiremos engendrando una sociedad deshumanizada y violenta. Y sin estudiar la importancia de los valores, de la honestidad, el respeto y el progreso continuaremos lamentándonos de los pillos y los incompetentes que frustran el bienestar de nuestros pueblos.

Viaje en `panga' a la bahía de Jiquilisco

Viaje en `panga' a la bahía de Jiquilisco

Especial/El Nuevo Herald

Usulután, al oriente de El Salvador, es un departamento cercano a la frontera con Honduras, rico en paisajes de volcanes, montañas y playas bañadas por las aguas del Pacífico.

Uno de los mayores atractivos de la región es la bahía de Jiquilisco, que aloja la mayoría de las aves marino-costeras del más pequeño país

centroamericano.

A este escenario natural se llega después de recorrer 70 millas desde San Salvador, la capital, a través de una excelente carretera conocida como la Carretera del Litoral.

Hay cuatro accesos. Primero, por el desvío de San Marcos Lempa y el bosque Nancuchiname está la entrada por la carretera CA-2 hacia la ciudad de Jiquilisco hasta Puerto Triunfo. También se puede ir por Puerto Barillas, la playa El Espino, y desde la ciudad de Usulután vía Puerto Parada.

En mi viaje pernocté en Usulután para luego recorrer sus calles, visitar la iglesia y conversar con gentes que llegan al parque a contar pasajes de la vida campesina.

Lo primero que impresiona al arribar a la bahía es el estado primitivo de sus alrededores. A pocos minutos de salir el visitante se encuentra con las armaduras oxidadas de un cementerio de viejos barcos pesqueros.

Tony Reyes es un agrónomo que vivió en Estados Unidos y decidió regresar para disfrutar de las bellezas de su país. Fundó en una isla un conjunto de cabañas con el nombre de Bahía Sport, donde se respira paz y se vive en medio de la naturaleza, www.bahiasportbar.com (011503 2622 9606).

Reyes habla de la llegada de las tortugas marinas para cumplir allí su proceso de desove.

En el paisaje predomina el verde de los manglares, el azul del cielo y el colorido de las lanchas de los pescadores y los cultivadores de coco.

Le llaman pangas a las decenas de canoas que atracan en los malecones, en las que ofrecen paseos de aventura por la bahía que conecta con el Océano Pacífico, por los estrechos o bocanas.

El escenario es tan pintoresco que permite ver desde las playas de la bahía o desde una panga, el imponente volcán de Usulután con sus 1,449 metros de altitud.

En unos pocos kilómetros se abre una bahía, la península de San Juan del Gozo y 27 islas de diversos tamaños, como Espíritu Santo, Tortuga, El Arco y Méndez.

En esa hermosa y variada geografía marina se forman bocanas que han bautizado con los nombres de El Bajón y la Chepona, al igual que puertos de cabotaje como El Triunfo y Puerto Parada.

En las costas de la bahía se encuentran caseríos y puertos dotados de hoteles con exóticos bungalóes, estaderos y restaurantes con los servicios básicos para pasar unos días y disfrutar de la vida natural a orillas del mar.

La cocina está basada en platos elaborados con pescados y mariscos. Estando en El Salvador no hay que olvidar las pupusas y la horchata bien fría.

Los amantes de las caminatas tienen 50 kilómetros de reserva natural sobre la costa. Se han estudiado 54 clases de aves, iguanas, tortugas, boas y cocodrilos.

Pasando la población de Jiquilisco encontramos Puerto Triunfo, en cuyas vecindades está el bosque de Chaguantique, un área protegida por el gobierno, de mil hectáreas de terreno. Es rica en mono araña, mariposa Big Blue y árboles enormes que llegan a crecer a una altura de 60 metros.

El Salvador es un país de gente hospitalaria, donde el turista es bien recibido y por su tamanno, todo queda cerca.