ENRIQUE CORDOBA: Los viejitos del malecón
By ENRIQUE CORDOBA
Todas las mañanas veo pasar frente a mi ventana a una señora que camina por el malecón y repite su recorrido varias veces hasta la iglesia de San Judas.
A su marido, un poco mayor que ella --como casi todos los maridos--, lo remolca sosteniéndolo con la mano derecha. Unos pasos más atrás, gozando de mayor libertad de movimiento, pero atado a una cuerda que afloja y encoge desde su mano izquierda, asegura a su perro Puppie. El animal luce un chaleco Nike negro que contrasta con su peluche blanco.
A los dos, al marido y el perro, ella los controla con pequeños tirones y ambos le atienden sin chistar.
--Este es un perro chavista --le dije un día cuando nos cruzamos en la vía. Eso fue meses atrás y lo dije en son de broma porque lo protegía con un chaleco rojo rojito.
Mi comentario sirvió de pretexto para ir más allá del saludo. Soy un caribeño a quien los bogotanos acostumbraron a las elementales normas de cortesía que deberían practicarse en Miami.
En Bogotá se dice ``buenos días'' al entrar a un elevador o al llegar a un lugar, ``por favor, ¿qué hora es?'' o ``me hace el favor y me presta su periódico''.
Esto lo hacen la gente de arriba y los lustrabotas, y hasta el padre que se dirige al hijo: ``Mijo, hágame el favor de decirle a su mamá que venga''. Es lo primero que les llama la atención a los que van a la capital colombiana por primera vez y es una de las razones por las cuales se dice que Colombia es un país de gente culta. Claro que en esto mucho tiene que ver el respeto a la pureza y la inclinación por el uso correcto del castellano.
Pues bien, el saludo rompió la barrera y surgió la amistad con unos vecinos que necesitan un poco de calor y compañía.
Son unos viejitos que como muchos otros han sido olvidados por sus hijos y los nietos, que los ven como muebles viejos, a pesar de tenerlos muy cerca.
--Jamás pensé que nos tocaría vivir esta crisis --dice el señor--. El impuesto del apartamento llegó por 4,000 dólares, la cuota de mantenimiento ya va por 660 y los recibos de la FPL llegan por 180.
--Imagínese usted --interviene la esposa--, los precios de la comida y lo que se compra en el supermercado. El dinero no nos alcanza.
--Ahora agréguele los gastos del automóvil y las medicinas --comenta el señor--. Hace tiempo que el dinero no nos alcanza para nuestras necesidades.
Sé que las dificultades de mis vecinos son dramáticas y llaman a la reflexión, porque se mulplican en toda la región.
Mientras me golpeaba esa realidad recordé la desproporción de salarios y prestaciones que la ciudad de Miami y el condado Miami-Dade les pagan a sus empleados preferidos.
Son tan egoístas los que aspiran a tan elevados ingresos en esta negociación como irresponsables los comisionados, administradores y alcaldes que han feriado nuestro dinero y comprometido nuestro futuro.
Se requiere licencia para todo: para ejercer la construcción, para ser dentista, plomero o abogado. Sin embargo, no se exige licencia para ser padres ni para ejercer la política, las dos mayores responsabilidades de la sociedad.
Desconociendo la crianza y formación de los hijos, seguiremos engendrando una sociedad deshumanizada y violenta. Y sin estudiar la importancia de los valores, de la honestidad, el respeto y el progreso continuaremos lamentándonos de los pillos y los incompetentes que frustran el bienestar de nuestros pueblos.