martes, 26 de abril de 2011

ENRIQUE CORDOBA: Una mirada a Japón

ENRIQUE CORDOBA: Una mirada a Japón


ENRIQUE CORDOBA

Viajo de Tokio a Hiroshima en el tren bala Nozomi, que cubrirá los 900 kilómetros en cuatro horas. Me acompañan una parlamentaria de Finlandia y un hindú. Durante el tiempo previo en Tokio los organizadores de esta visita nos han exprimido con un horario militar. Desayuno a las siete de la mañana, reuniones durante todo el día en universidades, grupos cívicos, clubes y movimientos pacifistas. Aun la cena de la noche es un pretexto para dejar los zapatos a la entrada del restaurante, sentarnos en el suelo y seguir respondiendo las inquietudes que tienen de nuestros países y nuestras vivencias.
En los diversos encuentros siempre hay un japonés aplicado que solo escucha y toma nota en un cuaderno.
De la destrucción causada por el bombardero atómico Enola Gay a Hiroshima el 6 de agosto de 1945, ordenado por el presidente Harry Truman con el objeto de lograr la rendición incondicional del gobierno japonés, se conservan los restos de una parte de la ciudad. Sobresale la estructura de un edificio que por causa de la radiación quedó reducido a pedazos de escombros de concreto y varillas de hierro.
En el Museo de la Bomba Atómica de Nagasaki el visitante camina viendo fotografías, reliquias y documentos mientras una voz narra los detalles de aquel horroroso acontecimiento histórico.
Se pueden escuchar testimonios y hay fotografías que muestran cómo era Japón antes y después de la catástrofe que dio fin a la Segunda Guerra Mundial.
A su paso por Miami le pregunto a la gran escritora Anna Kazumi Stahl sobre el impacto del tsunami y me responde: “Lo que está sufriendo Japón hoy demuestra de alguna manera cómo es una cultura que comprende que la naturaleza va a manifestarse así a veces”.
“Tenemos que entender que eso no es algo para sentirnos mal: es la fuerza de Dios, de los dioses. La naturaleza es un espacio de muchos dioses; la divinidad esta ahí, y nosotros somos también la expresión de eso”, afirma.
Anna nació cerca de Nueva Orléans. Su padre, hijo de alemanes, también nació en Louisiana. Su madre es una reconocida cuentista y poetisa y traductora japonesa que escribe tanka y publica obras sobre literatura del siglo XI y XII.
“Tanka es una forma clásica de la poesía”, dice. Explica: “se piensa que solo lo pueden hacer los que tienen un don. Les llaman tesoros vivientes de la nación. Son personas de corazón más normal, más humano, escriben con suma delicadeza. Es una escritura que trabaja con el ideograma, que tiene mucha metáfora, mucha imagen, cosas metafísicas, cosas trascendentales”.
Interesado por los espacios de la construcción oriental, su papá viajó a Tokio en un barco de carga con una carta de presentación de un arquitecto argentino y al llegar en plena posguerra aceptó internarse en un templo para aprender filosofía.
Allí conoció a una joven que rompió el molde de los matrimonios arreglados.
Anna Kazumi explica la razón de esa costumbre: “En el matrimonio uno se entiende como miembro de una colectividad. Primero es la familia y la clase social. Hay una determinada manera en la que uno se realiza, se promueve. Esa comunidad o conciencia colectiva evoluciona, entonces permitir casarse con quien escoge la familia es una realización del individuo”, dice. “Es una cultura que no piensa tanto desde lo individual, se piensa desde lo relacional”.
Según Anna, “el matrimonio es otro tipo de unión, de lealtad, de trabajar juntos, de realizar las identidades familiares y colectivas en esa unión. El amor nace de esa lealtad mutua”.
Creo que la principal cualidad de Japón es la de un país que trabaja y piensa en equipo. Es el secreto de su superación.


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domingo, 24 de abril de 2011

Valle es valle, lo demás es loma

Valle es valle, lo demás es loma

Enrique Córdoba

En el Valle del Cauca, al sur occidente de Colombia se encuentra Cali, la capital de la salsa, las ferias y las mujeres bellas. Es una de las áreas más ricas y de mayor desarrollo de Colombia y tiene paisajes de costa Pacífica, la Cordillera Occidental y el Lago Calima.
Sus habitantes son reconocidos por su sencillez y simpatía y vienen de las raíces sembradas por Belalcázar, el conquistador cordobés, los nativos indígenas y africanos que llegaron a trabajar en los ingenios.

“Aquí no hay zafra”, me dijo Ana Milena Arango la semana pasada cuando la visité en su finca de Palmira, donde se recorren las calles en coches blancos tirados por caballos. “Cortamos caña todo el año, y es mejor porque evita la congestión. Colombia es el único país que no tiene zafra”, dijo.

En el Valle hay 200,000 hectáreas dedicadas al cultivo de la caña de azúcar y están viviendo un boom nunca antes visto, porque el precio se ha triplicado debido a la gran demanda, entre otras causas por el etanol.

Visitar el Museo de la Caña, los ingenios azucareros y los cañaduzales es parte de la atracción turística del Valle del Cauca.

Es común viajar por algunas carreteras y sentir el aroma de la melaza de la caña y encontrarse con los camiones y trenes cañeros que son parte esencial de la economía regional.

Junto con las haciendas ganaderas el Valle posee la más completa red de carreteras del país que comunican un conjunto de ciudades de entre 200,000 y 350,000 habitantes, como Palmira, Tulúa, Buga, Cartago y Buenaventura, principal puerto colombiano de importación y exportación de mercancias, en el Océano Pacífico.

Su extensión es de 21,191 kilómetros cuadrados con un tamaño equivalente a El Salvador, Israel o Belíce y goza de clima de sabana tropical.

Un recorrido por carretera permite disfrutar de una variedad gastronómica, siendo el sancocho valluno a base de gallina y un toquecito de hierbas de cimarrón para darle el gusto típico; y las chuletas de cerdo apanadas.

Quien va o viene del Valle no puede olvidar la avena y el manjar blanco, -un arequipe o dulce de leche y azúcar- que lo empacan en cajitas de madera o totumos.

El borojó y el chontaduro son frutas ricas en proteínas que venden en kioscos y en los semáforos. Le adjudican poderes afrodisíacos y energizantes y son parte de la cultura popular del Pacíficio colombiano.

Cali, la capital del departamento con 2.8 millones de habitantes, es una ciudad que conquista a quien llega por las oportunidades que ofrece para trabajar y por la hospitalidad de sus gentes. “Seis de cada 10 personas vienen de otra región de Colombia”, me dijo el Dr. Dayro Gutiérrez Cuello, procedente de la Costa Atlántica.

La Casa Grajales, en La Unión, a dos horas de Cali, organiza visitas a sus 900 hectáreas de viñedos y a sus bodegas. Allí llegamos después de probar el champús, la más tradicional bebida que tienen los vallunos. Es una mezcla espesa de melao de panela, maíz, piña, canela, clavos de olor y hojitas de naranjo agrio.

Otros sitios para visitar son: la Hacienda El Paraíso, escenario de la novela La Maria, la Basílica del Señor de los Milagros de Buga, el Museo Omar Rayo de Roldanillo, el pueblo afrodescendiente de Jamundí, el Lago Calima y disfrutar de la Feria de Cali, la última semana de diciembre todos los años.•



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martes, 12 de abril de 2011

ENRIQUE CORDOBA: El escritor que nunca trabajó

ENRIQUE CORDOBA: El escritor que nunca trabajó


ENRIQUE CORDOBA

Un escritor lleva a otro, y una vida o la muerte también conducen a hechos que parecen coincidencias: es lo que me ha pasado.
Leyendo por esos días sobre la vida de Karl Kraus, un eminente periodista y ensayista austríaco respetado por sus críticas al papel de la prensa; y sus aforismos, y quien vivía en Viena, entre cerros de libros y periódicos, en la primera mitad del siglo pasado, me acordé de otro escritor que nacido en Córdoba, Argentina, tuvo una vida salida de lo común.
Al egiptólogo José Alvarez López lo conocí en un viaje que hizo a Miami con su mujer, la poeta Alejandra Correa, en 1995. Me entero de su muerte a los 93 años de edad ocurrida en su casa de Tala Huasi, en la sierra cordobesa donde lo visité hace diez años. En esa ocasión le filmé un experimento para demostrar propiedades del caucho y la corriente eléctrica.
De su paso por Miami recuerdo que estuvieron felices en una recepción ofrecida por el académico de la lengua y poeta cubano, Luis Angel Casas. Se encantaron de la acogida que tuvieron sus charlas entre escritores y amigos de varios países.
Alvarez López, cuya delgada figura hacía recordar la imagen que uno tiene del Quijote, cautivó a la audiencia con su elocuencia y genial sabiduría en el campo de la física, las matemáticas y el remoto Egipto.
En uno de sus libros, Avances en yoga: el yoga eléctrico, estudió los mecanismos eléctricos del cuerpo humano e insinúa el porqué el yoga nos produce relajación.
Raúl Salazar, de reconocida vocación por los estudios filosóficos, recuerda que Alvarez le dijo: “Llevo cincuenta años viajando a Egipto y analizando el fenómeno de las pirámides. No hay otra explicación y es que eso fue construido por extraterrestres”, aseguró.
En El enigma de las pirámides, Alvarez López escribe con un tono de novela de ciencia ficción. Se asombra de teorías y medidas hechas alrededor de esas maravillas del universo.
Sostenía el profesor José Alvarez López que para trabajar y mover esas piedras se tuvieron que utilizar máquinas-herramientas con 4,000 años de antigüedad que hoy no tiene la industria moderna.
Volviendo al singular Kraus, fue director, redactor único y corrector de Die Fackel (La Antorcha), la revista más importante de la historia centroeuropea.
El dramaturgo y poeta escribía y leía sin afanes todo el día y la noche, porque no tenía esposa ni hijos, pero sí amante –Sidonie Nádherny– y contaba con recursos derivados de su familia.
–¿Usted en qué trabaja? –pregunté a Alvarez López en una entrevista en Radio Caracol.
–No trabajo. Mi papá me dijo que no me preocupara por trabajar –respondió–. Que mientras yo estudiara y leyera, no me preocupara ya que él no pudo ir a la escuela. Mira –dijo Alvarez sonriente– tengo setenta años y nunca he trabajado.
Fue profesor de la Universidad de Córdoba y autor de La cábala y los cabalistas, Tiempo y cuarta dimensión, La Biblia alquímica, La Biblia cuántica, El hombre, náufrago del cosmos, El mensaje de la gran pirámide y Bioinformática, bases para una nueva biología. Para José Alvarez López los libros y escribir nunca fue un trabajo. Yo pienso igual.
enriquecordobaR@gmail.com


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Alemania vibra en la Colonia Tovar

Alemania vibra en la Colonia Tovar



ENRIQUE CÓRDOBA

ESPECIAL/EL NUEVO HERALD

Como si le faltaran más atractivos a este hermoso y enorme continente que tiene todos los climas, en América también encontramos un poco del paisaje y los sabores de Europa.
Alguna vez en Buenos Aires lo pensé: esto parece Barcelona, Nápoles o París, pero con la ventaja del bife de chorizo y la inmensidad de América.
En Quebec, al este de Canadá, los siete y medio millones de habitantes de esa provincia conservan el idioma y las costumbres francesas. Dicen que Quebec es como Europa pero sin el jet lag.
Boyacá, un precioso departamento a dos horas de Bogotá donde hay pueblos como Villa de Leyva, que conservan intactas las tradiciones de España, ofrece el horizonte rural y verde de Galicia.
Alemania tambien está viva en América. Venezuela tiene un pedazo de la Selva Negra -Schwarzwald- a 42 kilómetros de Caracas, donde se disfrutan sus sabores y las cervecerías se anuncian con caligrafía gótica como en Baviera.
“Esta cerveza la producimos artesanalmente”, explicó al vendérmela en una tienda muy concurrida, un hombre robusto, rubio y de ojos verdes.
Contrastó su aspecto de montañero de los Alpes, con el perfecto castellano de un venezolano más. Estábamos en un poblado de 15,000 habitantes con 18 grados centígrados, a 1,800 metros sobre el nivel del mar, en la cordillera andina.
La historia de su familia sigue el rastro de los primeros inmigrantes de este lugar, ícono del turismo venezolano. Esta inmigración se debió a un programa de intercambio cultural y económico entre Venezuela y Alemania, aprobado por el Congreso Nacional durante el gobierno del Presidente José Antonio Paez en 1840.
Agustín Codazzi, un veterano italiano de las guerras napoleónicas, quien luchó como oficial mercenario del lado de los patriotas independentistas de Colombia y Venezuela, fue contactado en Francia donde residía luego de su aventura en tierras suramericanas. Se puso al frente de la empresa colonizadora junto con Ramón Díaz y seleccionó pobladores de Wyhl, Edingen y Oberbergen de Kaiserstuhl, en el Estado independiente llamado Gran Ducado de Baden, entre Francia y Alemania, a orillas del Rin. Según los cronistas, la zona guardaba ciertas similitudes geográficas y climáticas con las tierras donde iban a vivir. Pertenecían al Conde de Tovar, quien las donó y actuó como fiador para crear el proyecto y por esa razón el nombre: Colonia Tovar.
240 hombres y 151 mujeres salieron por el Rin de la Selva Negra el 18 de diciembre de 1841 al Puerto de Le Havre, Francia, donde se embarcaron el 19 de enero de 1843.
Llegaron a La Guaira, Venezuela, el 4 de marzo y sólo pudieron arribar a su destino el 8 de abril, (debido a una cuarentena causada por epidemia de viruela) que es considerado el día de la fundación.
Hoy día algunos descendientes de esos pioneros hablan badischen (dialecto de Baden), pero todos hablan castellano y están integrados a la vida del país. Los visitantes se sienten como en Alemania y van al pintoresco mercado de frutas, verduras y dulces. El paisaje es de montañas, arquitectura, gentes y las banderas de Alemania y Venezuela.•


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