domingo, 15 de enero de 2012

LOS CASINOS DE MACAO

ENRIQUE CORDOBA Una mujer que nunca había visto en mi vida me aguardaba en la terminal de barcos de Macao. Marcela Moreno te va a recibir y te mostrará la ciudad me dijo Stella Ramírez vice-cónsul de Colombia en Hong Kong. Hice cola en una kilométrica línea de chinos acostumbrados a larguísimas colas y pagué 20 dólares por un tiquete de viaje en la atestada estación Tsim Sha Tsui, de donde partían los botes cada quince minutos. En menos de una hora el ferry de trescientos pasajeros, parecido a un autobús flotando en el mar de la China, atravesó el estrecho hasta la isla. Bajé del ferry a tierra y me situé en la última puerta de la estación mirando pasar gente, a la espera de mi guía. Quince minutos más tarde no necesitó darme señas, uno conoce a su gente, sobre todo en el otro lado del mundo. Dos colombianos se descubren en el caminado, gesticulando o en últimas, por el acento. Portugal devolvió la administración, de esta posesión de ultramar en 1.999, aunque se mantiene el sistema judicial y la economía capitalista portugués. Sin embargo con solo visitar el centro histórico, los edificios de correos, las ruinas de la catedral de San Pablo, la fortaleza del Monte, la Santa Casa de la Misericordia, o el restaurante “Bacalao” se respira el aire y sabor lisboeta. La segunda mujer que conocí en Macao fue otra colombiana, oriunda de Tumaco, puerto colombiano sobre el oceáno Pacífico, hermana de un futbolista del club Los Millonarios de Bogotá. Su esposo un ingeniero inglés, ejecutivo de la constructora del Venetian Resort, una obra gigantesca, de inspiración italiana rodeado de tres canales con góndolas y el casino más grande del mundo con un espacio de 52.000 metros cuadrados. El dueño del Venetian es el mismo propietario de los casinos de Las Vegas, me indicó mi paisana tumaqueña. Es el hombre que más dinero gana en el mundo, por hora, afirmó. “No es más rico que Bill Gates ni Slim, pero está en la lista de los cinco más adinerados y recibe mayores ganancias que ellos”. El magnate de quien me habló es el jefe de su marido y había estado sentado tres días antes, inspeccionando el negocio, en la misma butaca desde donde yo hacía un reporte periodístico para mis oyentes de Radio Caracol en Miami. Macao con una extension de 29.2 kilómetros cuadrados y medio millón de habitantes, deriva sus ingresos en un 70% de la industria de los casinos. Es conocida como “Las Vegas de China” y es el único lugar del país donde el juego está legalizado. “Aquí está prohibido el juego, pero como los chinos son muy adictos al vicio del cigarillo y a los juegos de azar, van a Macao”, me informó otro día, en la china comunista adonde viajé posteriormente, José Ordoñez, colombiano de Santa Marta, que abrió “Andes Café”, en sociedad con una joven economista china de 25 años, en Guangzhou. Con una población de 1.33 7.000.000 de personas que viven a cinco horas de vuelo, los casinos de Macao no dan a vasto para atender la ansiedad de sus clientes. Por esa razón Macao genera 30.000 millones de dólares al año, mientras que el porcentaje de viciosos de los 303 millones de estadounidenses permiten una recaudación de 10.000 millones de dólares, en los casinos de Nevada. Las fuentes y luminosidad de los casinos de Macao convierten las noches en día. En esos establecimiento no aceptan pataca, la moneda oficial, solo reciben dólares de Hong Kong. A que vienen a Taiwan?, pregunté en Taipei, donde supe que están viajando cinco mil chinos semanalmente desde territorio continental. Les atrae la televisión. “Aqui pueden ver en su idioma programas de todo género sin las restricciones que establecen las autoridades de Pekín”, me explicó en la capital taiwanesa, Stephen Shen, ex-embajador en Washington. Convienen los casinos a Miami?, plantea el debate. Por ahora estamos bajo la influencia de los argumntos de las dos maquinarias de políticos, lobbistas, publicistas, economistas, periodistas y otros contratados para convencernos. La misión de todo ciudadano responsable con el destino de Miami, es documentarse, opinar y hacerse sentir. enriquecordobaR@gmail.com

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