martes, 7 de febrero de 2012
TOUR A LAS MINAS DE ESMERALDAS COLOMBIANAS
ENRIQUE CORDOBA
Las esmeraldas colombianas, famosas y apetecidas en todo el mundo tienen su calle y su palacio en Bogotá. Son lugares de obligada visita por los amantes de lucirla y por los negociantes de este maravilloso y apreciado mineral verde. En un costado de la legendaria Avenida Jimenez de Quezada –fundador de Bogotá 1536- en el corazón de la ciudad, donde vivieron su época dorada, los principales diarios colombianos “El Espectador” y “El Tiempo”, existe la Calle de los Esmeralderos y se levanta el edificio del Centro Internacional de las Esmeraldas, a pocas cuadras de la Carrera Séptima, otra vía referencial en la vida nacional.
Una vez en Colombia, más de un turista con curiosidad o sentido aventurero, ha mostrado interés por llegar hasta el sitio donde se sacan las esmeraldas.
Para saciar ese deseo es necesario buscar un buen guía con experiencia en el asunto y prepararse para admirar uno de los más bellos paisajes de Colombia y al mismo tiempo degustar la gastronomía que salió de la cocina donde se mezclaron recetas de los indígenas chibchas y muiscas, y españoles procedentes de Castilla y La Mancha.
De Bogotá a las minas de Muzo donde estan las montañas cuyas entrañas guardan esas esmeraldas tan populares por el mundo, hay un poco más de tres horas de viaje. El primer trayecto es por excente carretera y después se transita por una trocha.
Se sale por la autopista norte de Bogotá que comienza en el Castillo de Marroquín, un edificio de estilo medieval al rededor del cual se tejen algunos misterios. Alli residió José Manuel Marroquín, un presidente colombiano acusado por sus adversarios políticos de no gobernar y preocuparse más por la pureza de la gramática castellana y de escribir poemas como “La perrilla”, memorizada por casi todos los colombianos que pasaron por la escuela. Al finalizar el conflicto entre liberales y conservadores, conocido como “Guerra de los Mil Dias” entre 1899-1903 en su informe al congreso de la república dicen que declaró: “Me entregaron un país y les devuelvo dos”. Se refería a la separación de Panamá, que perteneció a Colombia hasta su gobierno. Futuros dueños del Castillo, entre ellos narcotraficantes, han tenido extraños finales de vida.
Se pasa el Castillo y se abre una espléndida y moderna via de dos carriles que se extiende paralela entre los verdes de las colinas andinas y las idílicas sabanas que enamoran e impresionan al más desprevenido visitante.
Una laguna, la catedral de sal de Zipaquirá, un valle de fincas con ganaderías de leche especializadas, paradores con frutas, conservas, dulces y comidas típicas de la zona cundi-boyacense, seran opciones para el turista hasta llegar a Chiquinquirá. Una ciudad unida a la religiosidad por ser la Virgen de Chiquinquirá, la patrona oficial de Colombia.
Para ir de Chiquinquirá a Muzo, Concuez y Somondoco, pueblos donde estan las minas se transita por un camino de 60 kilómetros, sin pavimentar que se vuelve fangoso en época de lluvias. Un arzobispo fue el artifice de un acuerdo de paz que permitió la convivencia entre las mafias que se disputaban la primacía de explotar de las minas.
“Estos son territorios de Victor Carranza”, me dijo Rodrigo Rodriguez Mayorga, el conductor del taxi que antes fue policía en la región esmeraldífera.
La experiencia en la mina, la calidad y el precio de las esmeraldas seran temas de otra entrega.
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