Travesía de la sierra a la costa de Ecuador
BY ENRIQUE CORDOBA
ESPECIAL/EL NUEVO HERALD
NNo conozco a nadie que en el otoño de su vida se haya arrepentido de haber viajado. Lo que sí conozco es a mucha gente lamentándose por no haber explorado las bellezas de los países de América Latina. El Táchira por Venezuela y el Carchi en la frontera ecuatoriana fueron las puertas que se me abrieron desde la juventud, para andar por un continente rico en pueblos admirables y maravillas naturales que no se acaban nunca.
América del Sur y Centroamérica son casi dos veces más extensas que Europa, o sea que las distancias entre nuestros países son enormes, y por esa razón los costos de los pasajes de avión son elevados. Sin embargo, con el auge de la industria turística, últimamente es posible conseguir tarifas promocionales que facilitan los viajes dentro de nuestra geografía.
Viajar por carretera, para quienes lo disfrutan y lo pueden hacer, es recomendable porque permite contemplar más detenidamente el paisaje y entrar a los pueblos y ciudades. Es una manera ideal para tener un acercamiento más directo con sus gentes, costumbres y comidas.
Una de las respuestas que muchos latinoamericanos dan cuando se les pregunta por algo que extrañan de su tierra, la asocian con la nostalgia por viajar por las carreteras de su país y saborear la gastronomía casera de sus pueblos en las fondas típicas del camino.
Viajar de Quito a Guayaquil, por ejemplo, es una aventura segura e inolvidable de seis o siete horas a lo largo de 500 kms., que se puede hacer a través de dos rutas diferentes. Una opción es utilizando el camino de Latacunga con paradas en Ambato y
Riobamba.
En esta ocasión seguimos por la vía de Santo Domingo de los Colorados. Se atraviesan 100 kilómetros por un páramo andino de clima frío con vistas de montañas exuberantes. Antes de llegar a Santo Domingo de los Colorados, Aloag es un punto de partida de las carreteras que van a la costa. Más adelante, se debe conducir con cuidado en la zona de Tatatambo, debido a la cantidad de curvas y precipicios. Este punto marca un cambio drástico de la sierra a la costa, porque se sale del área andina y se desciende al clima subtropical. Hasta Santo Domingo son 129 kilómetros que se recorren en dos horas.
Ideal si el viaje coincide con un domingo que es el día del mercado, cuando se congregan los indios ``colorados'' que habitan en la zona. Comen mandioca, beben chicha y el nombre se derviva de que se pintan la cabellera y el cuerpo de rojo con achiote. Estudiosos aseguran que es una forma de alejar los insectos. Son pacíficos y a cambio de una propina se dejan tomar fotografías. Se puede entrar a sus viviendas donde siempre tienen hamacas colgadas para el reposo y en el patio crían animales domésticos, gallinas y cerdos. A partir de Santo Domingo predomina el clima caluroso, pero con brisa fresca. La carretera es buena, amplia y de tramos rectos. Se ofrecen hoteles, moteles campestres con cabañas, piscinas y paseos a caballo. También hay balnearios, ríos y cascadas. Anuncian fincas con servicio de hospedaje y programas para ordeñar vacas. A medida que se avanza, hacia el litoral, por la vía aparecen en el camino puestos de ventas de comida, frutas y cocos. Son vistosas las kilométricas plantaciones de palma africana y uno que otro caserío en la vía.
En el kilómetro 240, se encuentra Quevedo, famoso por su combativo equipo de fútbol y donde se advierte la presencia de la cultura china. Es una región agrícola productora de arroz, maíz y soya.
Luego encontramos Babahoyo, donde se puede hacer una escala si el viajero tiene afición por la pesca y los paseos en río.
Quito-Guayaquil es un viaje de un día y se pasa de 2,850 metros de altitud, a la orilla del río Guayas y el ambiente de la Perla del Océano Pacífico.
martes, 20 de julio de 2010
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