ENRIQUE CORDOBA: Tras el fin del Mono Jojoy, ¿es posible la paz?
BY ENRIQUE CORDOBA
La muerte del líder terrorista Jorge Briceño, alias Mono Jojoy, y una veintena de subversivos en un espectacular operativo del Ejército colombiano, el jueves, pone sobre la mesa el tema de la violencia en Colombia.
El Mono Jojoy fue un comandante guerrillero que ingresó a las FARC en 1975 y escaló posiciones hasta convertirse en el número dos, gracias a la crueldad con su tropa y con los secuestrados, y por su tenebrosa capacidad para destruir poblaciones en las áreas rurales indefensas del país.
Este golpe produce un respiro de alivio en la sociedad colombiana porque es una batalla más que los soldados y policías de Colombia dan en el camino hacia paz. Sin embargo, para ganar la paz, no basta con exterminar a las guerrillas.
Durante el gobierno de Alvaro Uribe se dieron grandes avances en la lucha contra las FARC, que demostraron dos cosas: primero, que es posible arrinconar a estos facinerosos y derrotarlos; y segundo, que los gobiernos de los últimos cincuenta años tienen comprometida su transparencia, ante el fracaso de tantos planes contra estos delincuentes desalmados que han sembrado el caos en el país.
La mayor parte de los 46 millones de la población colombiana nació después del asesinato del líder popular Jorge Eliécer Gaitán, ocurrido en el centro de Bogotá, en 1948, cuyas consecuencias crearon odios brutales que asolaron el país.
El periodo que siguió a este magnicidio de choques entre militantes liberales y conservadores, en campos y ciudades, dio origen a lo que se conoce como la violencia en Colombia, cuando se crearon bandas de matones.
La violencia bipartidista encarnó asesinatos, persecuciones, injusticias y atropellos de terratenientes y algunas fuerzas del gobierno, que fueron la semilla para el surgimiento de bandoleros destacados como Sangrenegra, Chispas, Efraín González, Desquite y Capitán Venganza.
Las FARC se crearon en 1964 con grupos de campesinos desplazados y algunos simpatizantes del Partido Comunista organizados para defenderse del gobierno.
``¿Por qué estas rebelado'', interrogó un veterano escritor colombiano al jefe de una facción levantada en armas contra el gobierno.
``Porque violaron a mi novia, con quien iba a casarme'', respondió el subversivo.
``Porque mataron a mis padres y se llevaron a mi hermano'', dijo otro.
``Me robaron mis vaquitas y las gallinas'', reclamó Manuel Marulanda, alias Tirofijo.
Es inaceptable la creación de frentes armados para desestabilizar el gobierno, asesinar gentes de bien y atentar contra los bienes del Estado. Pero un vistazo a las gestiones de los gobiernos encargados de resolver este conflicto social, político y económico, que ha enlutado familias y frenado el desarrollo del país, arroja un balance negativo para esos gobernantes. Hay historiadores que cuestionan la existencia del Frente Nacional, donde sólo se permitió el juego de dos partidos políticos.
¿Se imaginan ustedes un país sin guerrilla? Parece una utopía. Crecimos escuchando en la radio y leyendo en los periódicos las historias de los bandoleros y tenemos 50 años de noticias generadas por el conflicto armado. Cuba y las guerrillas no se pueden desligar.
ay que reconocer el avance logrado en los últimos años. Al existir mayor seguridad aumentó la inversión extranjera y hoy se informa que la economía colombiana creció el 4.2% en el primer trimestre de este año frente al 2009. Además del crecimiento de los bancos y los empresarios se requiere que haya pan, techo, salud y educación para todos.
Colombia sin guerrillas es el sueño de todos. Eso será posible cuando el gobierno trabaje en serio con políticos honestos, que ayuden a reducir la pobreza, creando empleos y velando por una sociedad justa. Confiamos en que esa sea la filosofía del gobierno de Santos.
La paz es posible; es una decisión de compromiso, obras y voluntad.
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